-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.

(Platón)



viernes, 11 de diciembre de 2009

jueves, 19 de noviembre de 2009

Platón y Aristóteles se encuentran en el limbo

P.- Hola, viejo alumno.
A.- Hola, maestro siempre joven.
P.- He oído que defiendes una teoría diferente a la mía, y que reniegas de mis ideas sobre el mundo de las ideas.
A.- Sí, maestro, lo siento. Hago caso a mi mente.
P.- Me parece muy bien. Eso demuestra que eres sabio, o llegarás a serlo. Y ¿qué pegas le encuentras a lo que pienso? ¿No estás de acuerdo con que hay Ideas, inmutables y universales, que no son fenómenos físicos y materiales?
A.- No es eso, maestro. Estoy del todo de acuerdo contigo en que los materialistas se equivocan, y no nos dicen de dónde salen las ideas universales, porque no las pueden sacar de la materia. La materia es informe, sin ninguna característica propia, así que no puede darse ni a sí misma las formas que adopta a cada rato.
P.- Muy bien, ¿entonces?
A.- Pero creo que quizás tú cometes el error contrario, al negar completamente lo material. ¿No dices que este mundo es sólo una ilusión, un reflejo, un sueño?
P.- Eso es. El mundo material es irracional, porque es y no es lo mismo a cada rato.
A.- Pero existe, creo yo. Tú no nos has explicado nunca cómo se produce esa ilusión. P.- Es una caída del alma, un olvido de la verdad.
A.- Y ¿por qué se olvidó el alma? Si todo fuese perfecto, como dices, no se produciría esa ilusión. Yo creo que el mundo no es una ilusión, sino algo real. Y no ganamos nada negándolo. Para explicar el cambio, creo yo, hay que aceptar que existen cosas inmutables, las formas, como las llamo yo, y algo mutable, como la materia, que coge unas formas y suelta otras. Tú tienes razón en que la forma es lo más importante, y hasta creo que existe una forma separada, el Dios, causa de todos los demás cambios pero inmutable él mismo. Pero te equivocas, creo, en que las formas existen separadas de la materia. Las formas son un aspecto de las cosas, y sólo las separa la mente. ¿No has confundido algo lógico con algo real? Corrígeme si estoy equivocado, maestro.
P.- Muchacho, siempre creí que tendrías tu propio pensamiento. Quizás tienes razón. Pero, dime: ¿las formas no existen, pues?
A.- No, no de manera independiente. Son aspectos de las cosas. ¿De qué sirve decir que todo está duplicado en otro mundo?
P.- O sea, que el círculo no existe fuera de los objetos circulares que hay en la naturaleza, esos que siempre cambian y nunca son perfectamente lo que son.
A.- Bueno, la forma del círculo está también en la mente, cuando lo separamos de la materia, por abstracción.
P.- ¿Y la mente si existe, es algo real?
A.- La mente es, también ella, un aspecto de ciertos seres, los inteligentes. Pero la mente no es una cosa independiente por sí misma, es una forma. No se puede separar, por lo menos la parte con la que percibimos el mundo, y la memoria y la imaginación.
P.- Muy bien. Entonces, si desapareciesen los objetos físicos, y las mentes que piensan, ¿el círculo dejaría de ser lo que es, según tú?
A.- El mundo nunca va a dejar de existir, porque nada puede destruirlo, ya que su movimiento circular es perfecto.
P.- Aunque fuese así, creo que puede imaginarse que desapareciese, o no hubiese existido. ¿Qué pasaría entonces con el círculo?
A.- Bueno, aún estaría en la mente.
P.- ¿En cual, si las mentes son formas de los cuerpos?
A.- Es que hay por lo menos una mente que no es forma de un cuerpo, la del Dios. Ahí siempre estarán las formas.
P.- ¿Y qué diferencia ves entre esa Mente Divina de la que hablas y mi Mundo de las Ideas?
A.- Quiero decir que las ideas no son objetos fuera de la Mente.
P.- Veamos, dices que sacamos la idea o forma círculo de ver muchos círculos. Pero ¿sacamos por abstracción, entonces, lo que no hay?
A.- No, sacamos lo que hay, formalmente.
P.- Entonces, el círculo, uno y el mismo, ¿está en infinitos sitios a la vez?
A.- Sí, la misma forma está en muchos objetos.
P.- Y ¿crees que la misma, exactamente la misma cosa, por ejemplo, el Círculo, puede estar en diferentes sitios a la vez? ¿Eso te parece más sensato que decir que lo que hay en diferentes sitios son sólo copias del mismo único ser, el Círculo en sí mismo?
A.- Pero ¿qué sentido tiene decir que existe algo que no está en ningún sitio?
P.- Bueno, yo digo que las Ideas están en sí mismas, en su propia realidad, como debe pasarle a este mundo físico tuyo ¿no? Pero, dime, ¿ese Dios del que hablas, tiene un conocimiento perfecto de las cosas?
A.- Perfectísimo.
P.- Y ¿las piensa como cambiantes y materiales?
A.- No, claro… porque él mismo no cambia.
P.- ¿Las piensa, entonces, eternas e inmutables?
A.- Sí.
P.- O sea, su pensamiento es perfecto, y piensa las cosas como eternas e inmutables, luego las cosas son, en verdad, así, eternas e inmutables, y somos nosotros, mentes imperfectas, las que lo vemos de manera cambiante ¿no se deduce eso?
A.- Sí parece.
P.- Y ¿qué es esa materia que dices tú que se mezcla con las formas?
A.- En sí misma no es nada, porque puede ser cualquier cosa.
P.- O sea, no tiene ninguna propiedad, pero ¿existe?
A.- No, no existe separada de la forma.
P.- Y ¿cómo la conoces?
A.- Porque veo que el cambio no se puede reducir a puras ideas estáticas.
P.- Pero ¿no tienes de la propia materia una Idea, la que yo he llamado Idea de Lugar, vacía y homogénea por todas partes?
A.- Sí.
P.- O sea, que si mezclas las otras Ideas con la Idea de Lugar ¿no tienes ya todas las cosas que ves?
A.- Puede ser, pero sigo diciendo que las ideas son estáticas, sin movimiento.
P.- Y ¿percibes tú el movimiento, o sólo Ideas en diferentes mezclas?
A.- No estoy seguro, maestro. Veo que el asunto es más difícil, y que podría haber estado otros veintitantos años en tu escuela…
P.- Los humanos tenemos un conocimiento incierto. Sigue intentando defender ese camino que has tomado, porque creo que tiene mucho a su favor.
A.- Gracias, maestro. Pero mejor sería que lo defendieras tú mismo.
P.- Yo soy un místico, y prefiero creer en mi mundo perfecto y en que todo lo demás es una ilusión. Tú tienes los pies más en el suelo. Esa teoría te pertenece por derecho propio.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Ficciones reales

Soy un ente de ficción. Sí, pero no te rías ni me consideres inferior, porque tú también eres un personaje de ficción. Todos los que están leyendo esto son entes de ficción, menos uno, que no es lector, sino el autor. Pero eso no quiere decir que esto que estoy escribiendo yo (el personaje de ficción que soy) sea una novela, una ficción o un juego, sino que va del todo en serio (aunque, claro, como es parte de una ficción, en el fondo es una ficción).

¿Crees que podemos saber algo de cómo es nuestro autor? Por cómo nos expresamos tú y yo, podemos imaginar cómo piensa él, qué sentimientos y gustos tiene… Aunque todo esto que estamos pensando lo está escribiendo él, claro, así que lo que pensamos es lo que él quiere, y tú y yo no somos nadie para llevarle la contraria.
Piensa en el problema del mal. Siempre se ha dicho: ¿cómo puede un autor consentir el mal en un mundo creado por él? Pero si te das cuenta de que somos ficción, la cosa cambia. ¿Si el escritor inventa sufrimientos de sus personajes, está haciendo mal? Como no somos reales, ese mal tampoco lo es. Claro que nos sentimos muy reales, y nuestro autor nos hace creer y decir “pienso, luego existo”. Pero esto no prueba nada de nada.
A veces he pensado que si podemos ver incoherencias en nuestro mundo, descubrirémos en qué es fantástico y falso. Pero luego me he dado cuenta de que esos mismos descubrimientos míos los está escribiendo el autor. A lo mejor él mismo se ha dado cuenta y está corrigiendo la novela, para una nueva versión sin incoherencias.

Aunque, piensa en esto: ¿aprende él, el autor, de lo que nos pasa? ¿No puede ser que a veces, cuando se pone a escribirnos, salgan cosas que él mismo no sabía, y le sorprendamos con nuestras ocurrencias, por así decirlo? ¿Lo controla todo? ¿Puede evadirse de nuestros problemas? ¿Me está haciendo escribir también todo esto, sin que yo aporte nada?

¡Sería estupendo que nuestro autor fuese, también él, un personaje de ficción! Y quizás lo es. Tal vez el autor de nuestro autor, que le está haciendo escribir lo que escribe de nosotros, se inspira en casos reales.
Si es así ¿debe haber un último piso, con un autor primero que no sea ente de ficción? ¿No puede haber una infinidad de escalones, o una serie de autores en círculo, así que A es autor de B, B lo es de C… y a la larga C lo es de A? ¿Somos nosotros menos reales que los personajes de otros mundos de ficción?

Esto de ser entes de ficción tiene, por otra parte, algunas ventajas. Por ejemplo, no moriremos cuando nos mate el autor, sino que nos conservaremos en el libro, y si tenemos la suerte de que sea una obra clásica y se la lea en todas las épocas, estaremos siempre siendo nosotros, en muchas estanterías de bibliotecas y salones.
En cierto modo quizás hasta somos más reales que el autor… Tú y yo podemos decir que somos él, como Hamlet podía decir “soy Shakespeare”…

Nota del autor de esta entrada.- Supongamos que te digo ahora, a ti que estás leyendo, que lo anterior era sólo una obra de ficción, en que el “yo” era un personaje mío. ¿Qué crees? ¿Quién ha escrito todo eso, lo que acabas de leer? ¿He sido yo, el que te hablaba en el texto? ¿O he sido yo, juanantonio, que publico esta entrada? ¿O he sido Yo, creador de juanantonio y de ti, y del mundo en que existís y os comunicáis? ¿O...?
Supón que el autor de todos los autores (llamémosle ‘Dios’ para seguir la costumbre) no ha decidido todavía crear el mundo, sino que está escribiendo bocetos, pruebas, antes de decidirse por el mejor y “publicarlo”. ¿Qué cambiaría cuando lo publicase? ¿Lo notaríamos? ¿Cuánto de reales somos?

(adaptación de “Ficción”, texto del libro Puzzles socráticos, de Robert Nozick)

lunes, 16 de noviembre de 2009

Nunca te descartes a ti mismo

-¿De qué puedo estar completamente seguro? -se dijo Descartes un día que estaba seguro de que no estaba seguro de nada.

-Los sentidos son bastante mentirosos (o yo bastante estúpido al tomar su información al pie de la letra), así que, descartémoslos de momento.

-Peor ¿y si estoy en un sueño, en una ficción? ¿No decía don Calderón de la Barca (un día que, al parecer, estaba bastante despierto) que "toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son"? -se dijo Descartes-. ¿Puedo asegurar que no tiene razón? -se preguntó-. "No" -se contestó el solo (porque, como estaba solo, hablaba a menudo consigo mismo y era lo suficientemente educado como para responderse)-. Así que descartemos también el mundo.

-¿Hay, entonces, alguien ahí? No, si el mundo no existe no queda nadie, ni yo... ¿¡Eh!? ¿¡Cómo!? -exclamó monsieur Descartes, dando un brinco mental-. ¡No!¡no! eso no. Yo sí que tengo que estar, porque estoy pensando, así que...


Pero -pensó también (ya que llevaba un buen impulso pensante)-, si puedo pensar que pienso sin saber nada sobre mi cuerpo ni mi cerebro, entonces ¡SOY UNA SUSTANCIA PENSANTE! Y ADEMÁS ¡INDEPENDIENTE DEL CUERPO!

Al fin y al cabo ¿quién es este ser pesado que llevo a rastras como una sombra, y al que siempre me refiero en tercera persona, como si realmente no fuera... YO? ¿Quién es mi cerebro, al que ni tengo el gusto de conocer? Si lo viese en una foto o un escáner no lo (¿o "me"?) reconocería.

Así que Descartes se dijo, muy convencido, que él (YO) era sobre todo una mente, aunque unida a un cuerpo de forma misteriosa y no necesaria. Muy contento con su nuevo descubrimiento, se fue con su cuerpo a dar un paseo.

¿Qué te parece? ¿Crees que la mente es independiente del cuerpo en algún sentido? ¿Te ves sobre todo como una mente, una cosa pensante, antes que como un cuerpo? ¿Qué relación hay entre TÚ y TU CEREBRO?

jueves, 12 de noviembre de 2009

Mente, Materia y Mundos

Diálogo entre un materialista (M) y un idealista (I)

M.- ¿Entonces tú crees en espíritus y cosas así?
I.- ¿Quieres decir que si creo que existen las mentes? Claro (por lo menos la mía), y otras cosas no materiales, como son todas las ideas. Es más, de lo que dudo es de que lo físico y material tenga consistencia.
M:- ¿Cómo puedes creer eso? ¿Has visto alguna vez una mente o una Idea?
I.- Ver, con los ojos, no, claro. Tampoco he visto nunca un olor o un dolor o una esperanza. Pero “ver” con la inteligencia… Oye ¿qué crees que es lo que “ves” cuando piensas, y con qué crees que piensas tú?
M.- Pienso con el cerebro, por supuesto. La mente no es más que el funcionamiento del cerebro. Y las Ideas están en el cerebro y son producto del cerebro.
I.- O sea, que las Ideas (pongamos por caso, el Triángulo o el color Rojo), no existen fuera de tu cerebro.
M.- Claro. Del mío o del tuyo.
I.- Eso me parece muy extraño, porque yo no he visto mi cerebro y sí mis ideas. Yo creía que en el cerebro había neuronas y sangre, no ideas.
M.- Es que las Ideas no existen, en verdad. Llamamos ideas a lo que hace nuestro cerebro.
I.- Entonces ¿crees que el matemático, o cualquiera que quiera saber algo sobre las Ideas, debería ir a preguntarle al neurólogo? ¿Dirá el neurólogo, mirando en el cerebro, qué operaciones son exactas y cuáles no, quién razona correctamente y quién no? Y, como el propio neurólogo usa las ideas matemáticas y otras más, tendrá que mirar su propio cerebro, en cada momento, para saber si está razonando correctamente… ¿No te parece demasiado ridículo todo eso? ¿Crees que la matemática depende de la psicología o de la neurología, o más bien al revés?
M.- Todos los que tenemos un cerebro parecido podemos comprender las mismas ideas, no hace falta que le vayas a preguntar al neurólogo. Pero eso no quita para que estén en el cerebro. ¿Dónde van a estar, si no?
I.- Pero ¿no es verdad que los cerebros han surgido a lo largo de la historia del universo y han evolucionado, hasta nuestros días, y seguirán cambiando?
M.- Claro. Todo en la naturaleza está cambiando, o puede cambiar.
I.- Pero ¿entonces crees que las Ideas cambiarán con el cambio de los cerebros? Por ejemplo ¿dos más dos dejarán de ser, con el tiempo, cuatro, o el triángulo cambiará de área, o el Rojo se hará Azul?
M.- Sobre esto tengo dos teorías, y no sé cuál prefiero. A veces creo que las ideas matemáticas y las otras que parecen fijas, podrían, en verdad, cambiar, como cualquier cosa. Lo que pasa es que como se repiten siempre, creemos que no pueden fallar.
I.- O sea, que mañana podría ser que se volviese falsa la lógica de hoy, así que una cosa no tendría por qué ser igual a sí misma. Entonces, en esa época futura, cualquier absurdo es válido: yo, por ejemplo, soy yo y tú a la vez, y estoy aquí y allí, porque como ha cambiado la lógica… O, si tengo dos piernas y me cortan una, podrían quedarme tres ¿no? ¿Qué tipo de mundo sería ese? Yo, por lo menos, no podría entenderlo. Y la ciencia, incluida tu querida física y neurología, dejarían de ser correctas…
M.- Pero no hay por qué pensar que esas cosas vayan a cambiar, porque la verdad es que no son cosas, no son seres. Esa es la otra opción que tengo.
I.- ¿Qué quieres decir? ¿Qué son? ¿Por qué no cambian?
M.- Quiero decir que los números, por ejemplo, son simples palabras. Significan lo que nosotros queremos, por eso no van a cambiar, a no ser que lo decidamos. Te pongo un ejemplo: las reglas del ajedrez, mientras queramos respetarlas, serán así, no cambiarán.
I.- ¿Quieres decir que son un convenio nuestro? ¿O sea, que yo me puedo inventar otras? Y ¿me puedo inventar otra lógica y otra matemática, en la que, por ejemplo, una cosa no sea igual a ella misma y tres sea menor que dos?
M.- Y ¿por qué no? Al fin y al cabo todas esas ideas de la lógica las hemos inventado y creemos en ellas sólo porque nos conviene que las cosas se estén quietas y sean previsibles. Pero, que las Ideas resulten útiles, sobre todo a los cobardes que querrían un mundo sin sorpresas, no quiere decir que sean verdaderas. Nunca podremos saber cómo es el mundo, ni siquiera qué pasará dentro de un segundo. Cada especie, o cada individuo, se monta sus ideas, según sus intereses. Pero vosotros, los idealistas, confundís vuestra fe con la verdad.
I.- Eso suena muy bonito, y muy valiente. Pero ¿cómo te atreves entonces tú a hablar, si para eso necesitas usar este lenguaje que dices que es un invento de cobardes?
M.- Hablo con tus palabras, con tus creencias, no con las mías.
I.- Y ¿con qué palabras tuyas hablas de las cosas? ¿Tienes alguna forma de decir algo que sea verdad? Ya que se inventa cada uno cómo ve el mundo según sus intereses ¿por qué no te inventas que las cosas te obedecen en todo momento? ¿O es que eso no te resultaría interesante?
M.- Bueno, muy bien, eres muy hábil para mostrar los fallos de los demás, pero ¿quieres explicarme cómo crees que un ser como tú o yo, que somos de carne y hueso, y tan mortales como las moscas, podemos comprender verdades eternas?
I.- Sí, eso es un gran misterio. Yo creo que, si podemos pensar Ideas, y saber que no cambian, es que nosotros mismos somos como ellas, inmortales e inmateriales.
M.- ¡Eso es mitología! ¿Dónde están las Ideas, y las Mentes o Espíritus?
I.- ¿Dónde? Hombre, en ningún sitio, porque no son cosas espaciales o materiales.
M.- Pues eso, y lo que no está en ningún sitio, no existe.
I.- Puede ser. Pero, dime ¿dónde están los objetos físicos, lo material, que dices tú que es lo único que existe?
M.- ¿Cómo que dónde están?
I.- Sí, que dónde están. Dices que todo está en algún lugar…
M.- Claro. Cada cosa está en un lugar, rodeado de otras, en el espacio, y en el tiempo.
I.- Y el espacio y el tiempo ¿dónde están?, y ¿cuándo?
M.- No te entiendo.
I.- Si existen tienen que estar, según tú, en algún lugar y en algún tiempo. ¿En qué lugar y en qué tiempo están el lugar y el tiempo (y con ellos, claro, las demás cosas materiales, que están en ellos)? Por ejemplo, ¿ocupa lugar el espacio? ¿Pasa el tiempo por el tiempo?
M.- Es que tiempo y espacio no son cosas, son ideas nuestras.
I.- ¿Y qué cosas no son ideas? ¿No son ideas también las masas, las fuerzas, los colores…? O sea, ¿todo?
M.- Sí, en cierto modo. Todo lo representamos con nuestras ideas.
I.- Y no tenemos otra forma de hacerlo. Luego, todo lo que existe son simples ideas, mezcladas.
M.- Pero las ideas no existen, insisto, son el producto de nuestra actividad cerebral.
I.- Si es así, quitémoslas. ¡A ver qué te queda! ¿Puedes conocer qué es un cerebro, o cualquier hecho físico, sin tener Ideas? ¿Crees que alguna vez la ciencia eliminará la mente y las ideas? Se eliminaría a sí misma ¿no te das cuenta? Si todo cambia, nada se puede entender. Y es absurdo creer que un pensamiento es, en realidad, un movimiento físico. Me parece más fácil pensar lo contrario, o sea, que un movimiento es una representación mental.
M.- A mí, en cambio, me parece absurdo pensar que todo está en la mente y que existen cosas que no están en ningún sitio. Pero todo lo que dices me hace pensar, y veo que no es tan fácil solucionar esto.
I.- Estoy de acuerdo, es muy difícil. ¿Cuánto tiempo crees que lleva la humanidad dándole vueltas a esto? Siempre ha habido idealistas que han creído en “espíritus”, como dices tú, y otros que lo han negado, materialistas como tú.
M.- Quizás sean cuestiones sin respuesta, o mal planteadas, y no las resolveremos nunca.
I.- Lo que no quiere decir que nos las podamos quitar de encima, yo por lo menos. Además, las creo muy importantes, porque tratan sobre el verdadero sentido de las cosas.
M.- Bueno, también se puede vivir sin ellas, si no estás enfermo del virus de la filosofía.


¿Qué postura te convence más? ¿Se te ocurren otros argumentos para alguna de ellas?

lunes, 9 de noviembre de 2009

El mito de la taberna



Podéis mirar también las últimas entradas del blog hermano cavernisiofiasegundaplanta, donde llevamos días tratando el asunto.

¿Qué te parece esta teoría de Platón, según la cual lo que vemos son apariencias de las verdaderas cosas, que son esencias eternas e inmutables?
¿Te sientes viviendo en una ilusión, un sueño, un mundo virtual?

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Dónde están las cosas?

Una manera de intentar contestarse (o por lo menos preguntarse) QUÉ ES LO REALMENTE REAL, es empezando por lo siguiente:

¿Dónde están EL DOS, EL CÍRCULO, LA BLANCURA, YO…?

Respuestas posibles:

A) Están en los objetos físicos pares, redondos, blancos… y yo estoy en (o sea, soy) mi cuerpo y mis actos físicos, y también están en los cerebros que piensan en esas ideas. O sea,
son cualidades materiales, porque todo es material o físico.

B) Están en su propia realidad, que no es material o física, sino que es eterna y no cambia (inmutable), pero que es tan real o más que el mundo físico. Ni en los cuerpos ni en los cerebros pueden estar las ideas. Lo que hay en ellos es sólo un reflejo o participación de las ideas.
Las Ideas son inmateriales

¿Cuál de estas dos teorías te parece más verdadera o cercana a la verdad? ¿Qué problemas ves en cada una de ellas?

lunes, 26 de octubre de 2009

El para qué de las cosas

¿Tienen las cosas un PARA QUÉ, una FINALIDAD?

Según Aristóteles, por ejemplo

- las plantas tienen las raíces para alimentarse (aunque no lo sepan)
- Los leones tienen las garras PARA cazar y las mandíbulas PARA comer (aunque no sean conscientes de ello).
- Los seres humanos tienen la inteligencia PARA conocer y desarrollarse así como personas, y lo saben.
- En fin, TODO está aquí y es como es PARA ALGO, incluído el Universo.

Según muchos filósofos modernos (y muchos científicos que se ponen a filosofar) esto no es una buena explicación de las cosas, porque no existen en el mundo finalidades o propósitos. La Naturaleza, según ellos, sucede como sucede siguiendo unas leyes MECÁNICAS, es decir, “ciegas”, que no tienen ninguna intención ni meta.
Hay que sustituir las explicaciones de Aristóteles por otras en que en vez de PARA aparezca el CÓMO ha sucedido. Por ejemplo, las plantas, los animales y el hombre son como son debido a hechos físicos tales como mutaciones y relación con el entorno. Cuando lo expliquemos todo en términos de CÓMO SUCEDE ya no tendremos nada más que decir, no habrá sitio para ningún PARA QUÉ SUCEDE.

Cuando buscamos explicaciones de fines, lo que estamos haciendo es trasladar a la naturaleza lo que encontramos en nosotros, o sea la ANTROPOFORMIZAMOS, le damos rasgos humanos. Pero…

¿entonces los humanos sí que tenemos fines, propósitos y metas?

La verdad es que tampoco podría decirse eso, porque nosotros, como el resto de la naturaleza, somos el fruto de causas mecánicas y todo eso. O sea, decir que quiero sobrevivir, que tengo la intención de estudiar, etc, es una forma ilusoria de hablar, porque todo eso, en verdad, no es más que la apariencia de sucesos puramente mecánicos y ciegos en mi cerebro, en mi cuerpo y en mi entorno.

Este asunto tiene una gran influencia en la ética, claro, porque si es como dicen estos filósofos modernos, no se puede decir que nada sea bueno o malo, ni nadie elija nada de lo que hace. No hacemos ni mal ni bien objetivo al cortarle las piernas a un caballo o a una persona, simplemente ocurre algo tan natural como si no lo hacemos. El cáncer no es malo, es natural. El placer no es bueno, es natural. Vivir no es mejor que no vivir, porque nada en el universo tiene realmente una finalidad.

¿Qué os parece? ¿Es bueno para un caballo tener patas? ¿es malo? ¿o ni bueno ni malo?
¿Es bueno sobrevivir? O sea, los seres vivos TIENEN LA FINALIDAD de sobrevivir?

¿Las cosas tienen alguna FINALIDAD? ¿Cómo argumentarías que sí o que no?

miércoles, 21 de octubre de 2009

El por qué de las cosas.

Una noción ontológica más: la CAUSA.

Siempre que ocurre algo ocurre por algo. Al menos eso creemos a pies juntillas. De hecho nuestra actividad más “noble”, la CIENCIA, se dedica, según se dice a menudo, a buscar las causas, el por qué de todo lo que ocurre. Y también los filósofos buscan el por qué, el fundamento, el principio (o los principios) de todas las cosas.
Eso de que todo tiene una causa (principio de causalidad) lo enunciaron ya algunos antiguos así: NADA OCURRE SIN CAUSA, (en latín EX NIHILO, NIHIL FIT, de la nada, nada surge).

Aristóteles dijo que había cuatro tipos de causas, no todas apropiadas para todos los seres:
-La Materia, es decir, de qué está hecho algo.
-La forma, es decir, las características que tiene (la esencia, digamos).
-La finalidad con que ocurre, o sea, el Para Qué.
-El quién o qué lo ha producido, el autor.

Por ejemplo, en una estatua la materia será mármol, bronce, etc; la forma será lo que represente (un dios, una ninfa, etc.); el para qué, será la intención del escultor (causar placer al que la mire)); y el autor será el escultor.
En una planta, la materia es los elementos naturales; la forma es la vida y la estructura de ese vegetal; la finalidad es crecer, reproducirse, sobrevivir lo que pueda; el autor es, o la naturaleza o Dios, etc.

En la edad moderna se ha hecho un drástico recorte de las causas de Aristóteles, por diversos motivos (por ejemplo, se cree que las cosas no tienen una finalidad, ni un autor, ni siquiera una esencia inmutable). El concepto de causa se ha quedado en esto: si sucede un hecho, A, sucederá otro, B. A es la causa y B el efecto. Sencillo ¿no?

Pero, como ya podéis imaginar, los filósofos no iban a dejar tranquila esta idea tan aparentemente inocente y necesaria como es la de CAUSA.
El más famoso crítico de la causalidad fue el escocés David HUME. Hume razona así: la noción de causa dice que si existe una cosa (la causa), necesariamente tiene que existir otra (el efecto). Por ejemplo, si como pan me alimentará, si lleve me mojaré, si lanzo una piedra a un cristal éste se romperá.
Pero ¿qué tipo de relación es esa? ¿Queremos decir que NECESARIAMENTE porque llueva, me tengo que mojar (si estoy bajo la lluvia, claro)? ¿Es imposible que llueva y no me moje, o que coma pan y me envenene o no me alimente? ¿Por qué es imposible? No, dice Hume, no es imposible. Porque la creencia que tenemos en que si pasa A (la causa) pasará B (el efecto) la hemos sacado sólo de nuestra continua experiencia, de que si lleve me mojo. Pero ¿la experiencia me dice que NECESARIAMENTE tiene que ser así?
¿Puedo afirmar que en el futuro (por ejemplo, el próximo segundo) las cosas seguirán necesariamente sucediendo en el orden que suceden?

La respuesta, según Hume, es NO. Nuestra creencia en la causalidad es una especie de hábito, no una razón lógica.

Otros filósofos han intentado defender que la relación de causa es necesaria, no un simple hábito. Kant, por ejemplo, decía que es una de las nociones sin las que no podríamos entender nada, ni sería posible la ciencia, porque si la causalidad puede fallar ¿cómo podemos hacer pronósticos?

Los científicos cada vez pasan más de esa idea: no quieren entrar en un debate filosófico que seguramente no sirve para nada. Les basta con describir las cosas y acertar cómo van a ocurrir.



¿Crees que puede suceder algo sin causa, que salga algo de nada, por ejemplo, que aparezca una vaca en el patio del instituto sin que venga de ningún sitio?
El propio mundo podría haber surgido de la nada, sin causa. Así nos quitaríamos, de paso, problemas filosóficos. Porque, si no ¿cuál es la causa de todo, del universo o los universos?

lunes, 19 de octubre de 2009

that's the question

( diálogo oscuro)

Genio de la caverna (cavernigenio, quiero decir).- ¡Ay! ¡Que me has pisao!
Tú.- ¡Uy! Perdona, es que aquí hay muy poca luz.
Cavernigenio.- ¿A dónde vas?
Tú.- Pues a mi cueva, a ver la lumbre.
Cavernigenio.- ¡Ah, no no! Esto no se queda así. Me has arrugado la lámpara. Esto te va a costar caro.
Tú.- ¿Cuánto?
Cavernigenio.- Te dejaré elegir a ti. ¿Esencia o existencia?
Tú.- ¿¡Cómo!?
Cavernigenio.- Te doy a elegir una de dos. O serás algo con existencia perenne, pero sin ninguna esencia concreta, o bien tendrás tu esencia, pero sin existir o existiendo muy poquito.
Tú.- ¿Qué quiere decir "sin esencia concreta"?
Cavernigenio.- Pues que un rato serás un trozo de musgo, otro rato una persona, luego un zapato, después una ráfaga de viento húmedo, y así.
Tú.- ¿Elegiré lo que quiero ser en cada momento?
Cavenigenio.- ¡Sí, hombre! Estás loco. Si pudieras elegir tú, entonces tendrías más esencia que yo ¿no te digo? No, no, serás en cada momento lo que quiera… la casualidad.
Tú.- ¿Existir o no existir?... Oye ¿eso no lo dijo un tío famoso?
Cavernigenio.- Sí, Hamlet, príncipe de Dinamarca, mientras miraba una calavera. Pero no dijo eso, sino “ser o no ser”. Y no sé si refería a la existencia o, más bien, a la esencia. De hecho se jugó el pellejo por intentar ser quien era (o quien él creía que era). Pero yo no estoy aquí para darte lecciones de literatura, sino para vengarme, como Hamlet. Así que, ale, elige.
Tú.- Jo, me lo has puesto chungo, y ¡sólo por un pisotón involuntario! ¡qué mal genio!
Cavergenio.- ¡No me mires así, que me ablandas! ¡Venga, vale! Si das la respuesta correcta al acertijo, o sea, si me dices qué habría que elegir, te perdono la existencia,... o la esencia, lo que quieras.
Tú.- (para tus adentros)
¿Qué es menos tonto elegir en este caso (tan tonto en sí mismo)?

sábado, 17 de octubre de 2009

El enigma de Existir. ¿Dónde está lo que no hay?

Hubo un tiempo en que no existí, habrá un tiempo en que (no sé si por suerte o por desgracia) no existiré. ¿Qué es eso de Existir? ¿Es una característica más, como ser mamífero, pensante, varón...?
Desde luego, si es una característica, es una muy extraña, porque que esté o no esté presente ella, no distingue a nadie de nadie.

Una moneda real es lo mismo que una irreal, decía Kant: la existencia no añade nada a las propiedades de una cosa. Claro que muchos se han burlado de esto. Que existan mis doscientos mil euros o no es justo lo que me distingue como rico malvado o bondadoso pobre. Pero Kant no quería decir una cosa tan tonta. Supongamos que te describo a mi primo con todo detalle. ¿Cambiará algo la idea que te hiciste de él si te enteras de que no tengo primo, y me inventé la descripción?

Si pregunto (como en una entrada anterior) quién soy, o quién eres, me puedes enumerar muchas características pero… ¿dirías en algún momento la existencia? Parece que no ¿De quién me distingue existir? Sólo DE MÍ MISMO NO EXISTIENDO. Cualquier característica que quisieses decir pertenecería a la Esencia (o a los accidentes). Tu ESENCIA, es la misma, independientemente de que existas ahora o no ¿no?

Pero, por muy difícil que parezca expresar qué es existir, es una "característica" muy importante, quizás la más importante, quizás la única... Porque ¿dónde estabas, entonces, cuando no existías? ¿Dónde estarás cuando no existas?

Hay un ser que ¡ay!, no existe. Era el que iba a nacer si en lugar del espermatozoide Fulanoide (que fue el que logró incrustarse en el óvulo de mi madre) lo hubiese conseguido su compañero de escalada una semana o un mes antes, Menganoide. Ese ser que no ha llegado a nacer ¿dónde está? Algunos filósofos dicen que habita en otro Mundo Posible. Un filósofo australiano del siglo XX, David Lewis, sostuvo que los mundos posibles existen de la misma manera que el nuestro, pero no pueden comunicarse uno con otro. ¿Está allí juanantonio-bis? ¿En cuántos mundos posibles está? (Porque hay que tener en cuenta que en unos convivirá con unas posibilidades (por ejemplo, con el bis de mi hermana) y en otros con otras posibilidades (en donde no tendría hermanas yo)…
Entonces ¿qué tiene de especial este mundo, salvo que en él estoy YO (bueno, y tú, supongo)? Menudo lío.

En resumen, las preguntas que os planteo son las siguientes:

¿En qué consiste existir?
¿hay cosas que no existen, y aun así las HAY?

miércoles, 14 de octubre de 2009

Más rompecabezas ontológicos

En este recorrido que estamos haciendo por las nociones más básicas de la ontología, tales como ESENCIA, ACCIDENTE, INDIVIDUO o EXISTENCIA (de la que trataremos en próximas entradas), surgen algunas cuestiones que dan que pensar. Por ejemplo:

¿Cuántos seres caben en un lugar?

Cada cosa, en su lugar, dice la voz popular. Claro, que también se van a otro sitio y siguen siendo la misma cosa (yo mismo he conseguido desplazarme hace un momento desde la cocina al portátil). Pero bueno, supongamos que cada cosa está en un lugar EN UN INSTANTE. Por ejemplo, aquí estoy viendo mi mano. Mi mano está aquí. Y ahí, tumbado en el suelo (seguro que dándole vueltas a la ontología) está el gato. ¿El gato? No, me dijo alguien una vez, lo que hay ahí es un montón de moléculas, que te parecen un gato porque las ves desde lejos. (Esta buena persona estaba haciendo la carrera de biología molecular). No, interrumpió otro colega (estudiante de física) lo que hay ahí no es más que un montonazo de partículas cuánticas, electrones, neutrinos… (mencionó algunos más). ¿Cómo? Me pregunté yo, y les pregunté, y os pregunto.

¿Qué es entonces lo que hay aquí? ¿Es un gato o un montón de partículas?

Algunos filósofos, (“reduccionistas” se les llama), dicen que en verdad de verdad sólo hay partículas. Los gatos NO SON MÁS QUE partículas amontonadas. Y claro, lo mismo le pasa a esto que estáis leyendo, que no es un blog ni una entrada, es un montón de partículas. Esto genera muchas dudas y cierto mal rollo, porque, desde luego las partículas no piensan (o no mucho), así que los pensamientos no existen, son apariencias. Por eso hay filósofos antirreduccionistas (unos más que otros), que dicen que claro que existen los gatos, en sí mismos. Pero eso implica, parece, que en el mismo sitio hay dos cosas al mismo tiempo (o más: moléculas, cerebros, deseos, intenciones…)

Otro problema ontológico es el de cuál es el “principio de individuación”:

¿Son dos bolas de billar completamente idénticas, y lo único que las diferencia es que una está aquí y la otra allí?

Dos bolas de billar desde luego que no, por muy buena fabricación que tengan. Pero los científicos dicen que sí que son iguales dos electrones (o más bien, todos los electrones): nada los distingue más que estar en un sitio o en otro. Y lo mismo pasa con cualquier partícula.
Algunos filósofos (sobre todo los seguidores de Aristóteles) decían que eso pasa con cualquier especie: los individuos de una misma especie (dos ovejas, dos humanos…) sólo se diferencian por la materia, porque la forma o estructura o esencia es la misma en todos los individuos de la misma especie. Pero otros filósofos (¡cómo no!) no estaban de acuerdo, sino que decían que cada ser tiene sus propias características estructurales, y se distinguen por algo más que por el lugar o cacho de materia que tienen. ¿Quiénes tendrán razón en este problema del principio de individuación?

Veamos. Imaginemos un mundo donde todos los átomos (pongamos, para simplificar, que hay sólo un tipo de partículas últimas) están a la misma “distancia” unos de otros. Como todos son idénticos y están a la misma distancia no podría haber ningún tipo de orientación en ese mundo. Todo sería homogéneo, igual por todas partes. Desde luego que el mundo no es así ¿no? De hecho no tiene mucho sentido hablar de un átomo concreto sin tener en cuenta su relación con los demás. Por decirlo como lo dijo un filósofo español, Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Así que no tiene mucho sentido separar a un ser de su lugar, aunque es verdad que un ser puede cambiar de lugar. Algunos filósofos (por ejemplo Leibniz) afirmaban que el lugar (el espacio) no es nada real, es una abstracción nuestra, creada porque no conocemos las diferencias exactas y las relaciones que constituyen a cada cosa.

En fin, ¿crees que dos cosas pueden ser totalmente idénticas en todo, salvo en que una esté en un lugar y otra en otro?

martes, 6 de octubre de 2009

Cada quien es cada ¿cuál?


Como era casi inevitable, cuando hemos hablado del concepto de ESENCIA se nos han aparecido problemas relacionados con otros conceptos ontológicos, como SUSTANCIA e INDIVIDUO.
Una SUSTANCIA es un ser completo y autónomo. Eso implica que cada sustancia es un INDIVIDUO. En principio todos tenemos claro qué es un individuo, porque hasta podemos señalar a uno de ellos con una palabra muy especial, YO. Pero curiosamente YO es cualquiera, casi no hay una palabra con un sentido más general y menos… INDIVIDUAL. Entonces ¿quién exactamente es uno?


Veamos una historia, tal vez de cienciaficción (o de fictociencia):

En el año 2050 se habrá desarrollado la tecnología necesaria para la TELETRANSPORTACIÓN para humanos, o sea, para viajar a otros lugares de la misma manera (o parecida) en que viaja una canción desde la emisora de radio hasta la antena de mi casa. Para entonces tú (que tendrás ya unos añitos) quieres visitar a tu hijo que se ha ido a vivir a una de las lunas de Júpiter.
La técnica más barata consiste en lo siguiente: se hace un escáner completo, átomo por átomo, de tu cuerpo, y se envía esa información (tu fórmula, digamos) a un receptor en el destino del viaje. Allí lo copian otra vez con materiales idénticos, átomo a átomo, y aparece un cuerpo exactamente igual a ti (al tuyo, si lo prefieres), con el cerebro idéntico y por tanto tus mismos recuerdos y pensamientos. Ahora, el cuerpo sobre el que han hecho la copia, aquí en la tierra, y que sufre graves lesiones debido al proceso, es destruido... No importa, tú ya estás en una luna de Júpiter.
Tú en la luna de Júpiter coges el autobús, visitas a tu hijo y su familia, le cuentas lo que has hecho en los últimos años, dais unos paseos con tus nietos por el parque temático de luna-lunera… y unos días después, cuando se cansan de la visita, te mandan de vuelta a la tierra, por el mismo procedimiento.

¿Viajarías de esa forma? ¿Por qué sí o por qué no?