-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.

(Platón)



lunes, 26 de octubre de 2009

El para qué de las cosas

¿Tienen las cosas un PARA QUÉ, una FINALIDAD?

Según Aristóteles, por ejemplo

- las plantas tienen las raíces para alimentarse (aunque no lo sepan)
- Los leones tienen las garras PARA cazar y las mandíbulas PARA comer (aunque no sean conscientes de ello).
- Los seres humanos tienen la inteligencia PARA conocer y desarrollarse así como personas, y lo saben.
- En fin, TODO está aquí y es como es PARA ALGO, incluído el Universo.

Según muchos filósofos modernos (y muchos científicos que se ponen a filosofar) esto no es una buena explicación de las cosas, porque no existen en el mundo finalidades o propósitos. La Naturaleza, según ellos, sucede como sucede siguiendo unas leyes MECÁNICAS, es decir, “ciegas”, que no tienen ninguna intención ni meta.
Hay que sustituir las explicaciones de Aristóteles por otras en que en vez de PARA aparezca el CÓMO ha sucedido. Por ejemplo, las plantas, los animales y el hombre son como son debido a hechos físicos tales como mutaciones y relación con el entorno. Cuando lo expliquemos todo en términos de CÓMO SUCEDE ya no tendremos nada más que decir, no habrá sitio para ningún PARA QUÉ SUCEDE.

Cuando buscamos explicaciones de fines, lo que estamos haciendo es trasladar a la naturaleza lo que encontramos en nosotros, o sea la ANTROPOFORMIZAMOS, le damos rasgos humanos. Pero…

¿entonces los humanos sí que tenemos fines, propósitos y metas?

La verdad es que tampoco podría decirse eso, porque nosotros, como el resto de la naturaleza, somos el fruto de causas mecánicas y todo eso. O sea, decir que quiero sobrevivir, que tengo la intención de estudiar, etc, es una forma ilusoria de hablar, porque todo eso, en verdad, no es más que la apariencia de sucesos puramente mecánicos y ciegos en mi cerebro, en mi cuerpo y en mi entorno.

Este asunto tiene una gran influencia en la ética, claro, porque si es como dicen estos filósofos modernos, no se puede decir que nada sea bueno o malo, ni nadie elija nada de lo que hace. No hacemos ni mal ni bien objetivo al cortarle las piernas a un caballo o a una persona, simplemente ocurre algo tan natural como si no lo hacemos. El cáncer no es malo, es natural. El placer no es bueno, es natural. Vivir no es mejor que no vivir, porque nada en el universo tiene realmente una finalidad.

¿Qué os parece? ¿Es bueno para un caballo tener patas? ¿es malo? ¿o ni bueno ni malo?
¿Es bueno sobrevivir? O sea, los seres vivos TIENEN LA FINALIDAD de sobrevivir?

¿Las cosas tienen alguna FINALIDAD? ¿Cómo argumentarías que sí o que no?

miércoles, 21 de octubre de 2009

El por qué de las cosas.

Una noción ontológica más: la CAUSA.

Siempre que ocurre algo ocurre por algo. Al menos eso creemos a pies juntillas. De hecho nuestra actividad más “noble”, la CIENCIA, se dedica, según se dice a menudo, a buscar las causas, el por qué de todo lo que ocurre. Y también los filósofos buscan el por qué, el fundamento, el principio (o los principios) de todas las cosas.
Eso de que todo tiene una causa (principio de causalidad) lo enunciaron ya algunos antiguos así: NADA OCURRE SIN CAUSA, (en latín EX NIHILO, NIHIL FIT, de la nada, nada surge).

Aristóteles dijo que había cuatro tipos de causas, no todas apropiadas para todos los seres:
-La Materia, es decir, de qué está hecho algo.
-La forma, es decir, las características que tiene (la esencia, digamos).
-La finalidad con que ocurre, o sea, el Para Qué.
-El quién o qué lo ha producido, el autor.

Por ejemplo, en una estatua la materia será mármol, bronce, etc; la forma será lo que represente (un dios, una ninfa, etc.); el para qué, será la intención del escultor (causar placer al que la mire)); y el autor será el escultor.
En una planta, la materia es los elementos naturales; la forma es la vida y la estructura de ese vegetal; la finalidad es crecer, reproducirse, sobrevivir lo que pueda; el autor es, o la naturaleza o Dios, etc.

En la edad moderna se ha hecho un drástico recorte de las causas de Aristóteles, por diversos motivos (por ejemplo, se cree que las cosas no tienen una finalidad, ni un autor, ni siquiera una esencia inmutable). El concepto de causa se ha quedado en esto: si sucede un hecho, A, sucederá otro, B. A es la causa y B el efecto. Sencillo ¿no?

Pero, como ya podéis imaginar, los filósofos no iban a dejar tranquila esta idea tan aparentemente inocente y necesaria como es la de CAUSA.
El más famoso crítico de la causalidad fue el escocés David HUME. Hume razona así: la noción de causa dice que si existe una cosa (la causa), necesariamente tiene que existir otra (el efecto). Por ejemplo, si como pan me alimentará, si lleve me mojaré, si lanzo una piedra a un cristal éste se romperá.
Pero ¿qué tipo de relación es esa? ¿Queremos decir que NECESARIAMENTE porque llueva, me tengo que mojar (si estoy bajo la lluvia, claro)? ¿Es imposible que llueva y no me moje, o que coma pan y me envenene o no me alimente? ¿Por qué es imposible? No, dice Hume, no es imposible. Porque la creencia que tenemos en que si pasa A (la causa) pasará B (el efecto) la hemos sacado sólo de nuestra continua experiencia, de que si lleve me mojo. Pero ¿la experiencia me dice que NECESARIAMENTE tiene que ser así?
¿Puedo afirmar que en el futuro (por ejemplo, el próximo segundo) las cosas seguirán necesariamente sucediendo en el orden que suceden?

La respuesta, según Hume, es NO. Nuestra creencia en la causalidad es una especie de hábito, no una razón lógica.

Otros filósofos han intentado defender que la relación de causa es necesaria, no un simple hábito. Kant, por ejemplo, decía que es una de las nociones sin las que no podríamos entender nada, ni sería posible la ciencia, porque si la causalidad puede fallar ¿cómo podemos hacer pronósticos?

Los científicos cada vez pasan más de esa idea: no quieren entrar en un debate filosófico que seguramente no sirve para nada. Les basta con describir las cosas y acertar cómo van a ocurrir.



¿Crees que puede suceder algo sin causa, que salga algo de nada, por ejemplo, que aparezca una vaca en el patio del instituto sin que venga de ningún sitio?
El propio mundo podría haber surgido de la nada, sin causa. Así nos quitaríamos, de paso, problemas filosóficos. Porque, si no ¿cuál es la causa de todo, del universo o los universos?

lunes, 19 de octubre de 2009

that's the question

( diálogo oscuro)

Genio de la caverna (cavernigenio, quiero decir).- ¡Ay! ¡Que me has pisao!
Tú.- ¡Uy! Perdona, es que aquí hay muy poca luz.
Cavernigenio.- ¿A dónde vas?
Tú.- Pues a mi cueva, a ver la lumbre.
Cavernigenio.- ¡Ah, no no! Esto no se queda así. Me has arrugado la lámpara. Esto te va a costar caro.
Tú.- ¿Cuánto?
Cavernigenio.- Te dejaré elegir a ti. ¿Esencia o existencia?
Tú.- ¿¡Cómo!?
Cavernigenio.- Te doy a elegir una de dos. O serás algo con existencia perenne, pero sin ninguna esencia concreta, o bien tendrás tu esencia, pero sin existir o existiendo muy poquito.
Tú.- ¿Qué quiere decir "sin esencia concreta"?
Cavernigenio.- Pues que un rato serás un trozo de musgo, otro rato una persona, luego un zapato, después una ráfaga de viento húmedo, y así.
Tú.- ¿Elegiré lo que quiero ser en cada momento?
Cavenigenio.- ¡Sí, hombre! Estás loco. Si pudieras elegir tú, entonces tendrías más esencia que yo ¿no te digo? No, no, serás en cada momento lo que quiera… la casualidad.
Tú.- ¿Existir o no existir?... Oye ¿eso no lo dijo un tío famoso?
Cavernigenio.- Sí, Hamlet, príncipe de Dinamarca, mientras miraba una calavera. Pero no dijo eso, sino “ser o no ser”. Y no sé si refería a la existencia o, más bien, a la esencia. De hecho se jugó el pellejo por intentar ser quien era (o quien él creía que era). Pero yo no estoy aquí para darte lecciones de literatura, sino para vengarme, como Hamlet. Así que, ale, elige.
Tú.- Jo, me lo has puesto chungo, y ¡sólo por un pisotón involuntario! ¡qué mal genio!
Cavergenio.- ¡No me mires así, que me ablandas! ¡Venga, vale! Si das la respuesta correcta al acertijo, o sea, si me dices qué habría que elegir, te perdono la existencia,... o la esencia, lo que quieras.
Tú.- (para tus adentros)
¿Qué es menos tonto elegir en este caso (tan tonto en sí mismo)?

sábado, 17 de octubre de 2009

El enigma de Existir. ¿Dónde está lo que no hay?

Hubo un tiempo en que no existí, habrá un tiempo en que (no sé si por suerte o por desgracia) no existiré. ¿Qué es eso de Existir? ¿Es una característica más, como ser mamífero, pensante, varón...?
Desde luego, si es una característica, es una muy extraña, porque que esté o no esté presente ella, no distingue a nadie de nadie.

Una moneda real es lo mismo que una irreal, decía Kant: la existencia no añade nada a las propiedades de una cosa. Claro que muchos se han burlado de esto. Que existan mis doscientos mil euros o no es justo lo que me distingue como rico malvado o bondadoso pobre. Pero Kant no quería decir una cosa tan tonta. Supongamos que te describo a mi primo con todo detalle. ¿Cambiará algo la idea que te hiciste de él si te enteras de que no tengo primo, y me inventé la descripción?

Si pregunto (como en una entrada anterior) quién soy, o quién eres, me puedes enumerar muchas características pero… ¿dirías en algún momento la existencia? Parece que no ¿De quién me distingue existir? Sólo DE MÍ MISMO NO EXISTIENDO. Cualquier característica que quisieses decir pertenecería a la Esencia (o a los accidentes). Tu ESENCIA, es la misma, independientemente de que existas ahora o no ¿no?

Pero, por muy difícil que parezca expresar qué es existir, es una "característica" muy importante, quizás la más importante, quizás la única... Porque ¿dónde estabas, entonces, cuando no existías? ¿Dónde estarás cuando no existas?

Hay un ser que ¡ay!, no existe. Era el que iba a nacer si en lugar del espermatozoide Fulanoide (que fue el que logró incrustarse en el óvulo de mi madre) lo hubiese conseguido su compañero de escalada una semana o un mes antes, Menganoide. Ese ser que no ha llegado a nacer ¿dónde está? Algunos filósofos dicen que habita en otro Mundo Posible. Un filósofo australiano del siglo XX, David Lewis, sostuvo que los mundos posibles existen de la misma manera que el nuestro, pero no pueden comunicarse uno con otro. ¿Está allí juanantonio-bis? ¿En cuántos mundos posibles está? (Porque hay que tener en cuenta que en unos convivirá con unas posibilidades (por ejemplo, con el bis de mi hermana) y en otros con otras posibilidades (en donde no tendría hermanas yo)…
Entonces ¿qué tiene de especial este mundo, salvo que en él estoy YO (bueno, y tú, supongo)? Menudo lío.

En resumen, las preguntas que os planteo son las siguientes:

¿En qué consiste existir?
¿hay cosas que no existen, y aun así las HAY?

miércoles, 14 de octubre de 2009

Más rompecabezas ontológicos

En este recorrido que estamos haciendo por las nociones más básicas de la ontología, tales como ESENCIA, ACCIDENTE, INDIVIDUO o EXISTENCIA (de la que trataremos en próximas entradas), surgen algunas cuestiones que dan que pensar. Por ejemplo:

¿Cuántos seres caben en un lugar?

Cada cosa, en su lugar, dice la voz popular. Claro, que también se van a otro sitio y siguen siendo la misma cosa (yo mismo he conseguido desplazarme hace un momento desde la cocina al portátil). Pero bueno, supongamos que cada cosa está en un lugar EN UN INSTANTE. Por ejemplo, aquí estoy viendo mi mano. Mi mano está aquí. Y ahí, tumbado en el suelo (seguro que dándole vueltas a la ontología) está el gato. ¿El gato? No, me dijo alguien una vez, lo que hay ahí es un montón de moléculas, que te parecen un gato porque las ves desde lejos. (Esta buena persona estaba haciendo la carrera de biología molecular). No, interrumpió otro colega (estudiante de física) lo que hay ahí no es más que un montonazo de partículas cuánticas, electrones, neutrinos… (mencionó algunos más). ¿Cómo? Me pregunté yo, y les pregunté, y os pregunto.

¿Qué es entonces lo que hay aquí? ¿Es un gato o un montón de partículas?

Algunos filósofos, (“reduccionistas” se les llama), dicen que en verdad de verdad sólo hay partículas. Los gatos NO SON MÁS QUE partículas amontonadas. Y claro, lo mismo le pasa a esto que estáis leyendo, que no es un blog ni una entrada, es un montón de partículas. Esto genera muchas dudas y cierto mal rollo, porque, desde luego las partículas no piensan (o no mucho), así que los pensamientos no existen, son apariencias. Por eso hay filósofos antirreduccionistas (unos más que otros), que dicen que claro que existen los gatos, en sí mismos. Pero eso implica, parece, que en el mismo sitio hay dos cosas al mismo tiempo (o más: moléculas, cerebros, deseos, intenciones…)

Otro problema ontológico es el de cuál es el “principio de individuación”:

¿Son dos bolas de billar completamente idénticas, y lo único que las diferencia es que una está aquí y la otra allí?

Dos bolas de billar desde luego que no, por muy buena fabricación que tengan. Pero los científicos dicen que sí que son iguales dos electrones (o más bien, todos los electrones): nada los distingue más que estar en un sitio o en otro. Y lo mismo pasa con cualquier partícula.
Algunos filósofos (sobre todo los seguidores de Aristóteles) decían que eso pasa con cualquier especie: los individuos de una misma especie (dos ovejas, dos humanos…) sólo se diferencian por la materia, porque la forma o estructura o esencia es la misma en todos los individuos de la misma especie. Pero otros filósofos (¡cómo no!) no estaban de acuerdo, sino que decían que cada ser tiene sus propias características estructurales, y se distinguen por algo más que por el lugar o cacho de materia que tienen. ¿Quiénes tendrán razón en este problema del principio de individuación?

Veamos. Imaginemos un mundo donde todos los átomos (pongamos, para simplificar, que hay sólo un tipo de partículas últimas) están a la misma “distancia” unos de otros. Como todos son idénticos y están a la misma distancia no podría haber ningún tipo de orientación en ese mundo. Todo sería homogéneo, igual por todas partes. Desde luego que el mundo no es así ¿no? De hecho no tiene mucho sentido hablar de un átomo concreto sin tener en cuenta su relación con los demás. Por decirlo como lo dijo un filósofo español, Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Así que no tiene mucho sentido separar a un ser de su lugar, aunque es verdad que un ser puede cambiar de lugar. Algunos filósofos (por ejemplo Leibniz) afirmaban que el lugar (el espacio) no es nada real, es una abstracción nuestra, creada porque no conocemos las diferencias exactas y las relaciones que constituyen a cada cosa.

En fin, ¿crees que dos cosas pueden ser totalmente idénticas en todo, salvo en que una esté en un lugar y otra en otro?

martes, 6 de octubre de 2009

Cada quien es cada ¿cuál?


Como era casi inevitable, cuando hemos hablado del concepto de ESENCIA se nos han aparecido problemas relacionados con otros conceptos ontológicos, como SUSTANCIA e INDIVIDUO.
Una SUSTANCIA es un ser completo y autónomo. Eso implica que cada sustancia es un INDIVIDUO. En principio todos tenemos claro qué es un individuo, porque hasta podemos señalar a uno de ellos con una palabra muy especial, YO. Pero curiosamente YO es cualquiera, casi no hay una palabra con un sentido más general y menos… INDIVIDUAL. Entonces ¿quién exactamente es uno?


Veamos una historia, tal vez de cienciaficción (o de fictociencia):

En el año 2050 se habrá desarrollado la tecnología necesaria para la TELETRANSPORTACIÓN para humanos, o sea, para viajar a otros lugares de la misma manera (o parecida) en que viaja una canción desde la emisora de radio hasta la antena de mi casa. Para entonces tú (que tendrás ya unos añitos) quieres visitar a tu hijo que se ha ido a vivir a una de las lunas de Júpiter.
La técnica más barata consiste en lo siguiente: se hace un escáner completo, átomo por átomo, de tu cuerpo, y se envía esa información (tu fórmula, digamos) a un receptor en el destino del viaje. Allí lo copian otra vez con materiales idénticos, átomo a átomo, y aparece un cuerpo exactamente igual a ti (al tuyo, si lo prefieres), con el cerebro idéntico y por tanto tus mismos recuerdos y pensamientos. Ahora, el cuerpo sobre el que han hecho la copia, aquí en la tierra, y que sufre graves lesiones debido al proceso, es destruido... No importa, tú ya estás en una luna de Júpiter.
Tú en la luna de Júpiter coges el autobús, visitas a tu hijo y su familia, le cuentas lo que has hecho en los últimos años, dais unos paseos con tus nietos por el parque temático de luna-lunera… y unos días después, cuando se cansan de la visita, te mandan de vuelta a la tierra, por el mismo procedimiento.

¿Viajarías de esa forma? ¿Por qué sí o por qué no?

jueves, 1 de octubre de 2009

Cada uno es lo que es, pero ¿qué?

(Conversación inesencial)


Covadonga.- Hola, Mari Re.
Maria Refugia.- Hola, Cova ¿qué tal?
C.- Vas a ser tú la primera en saberlo.
M. R.- ¿El qué?
C.- Voy a hacerme budista… creo (todavía no me he decidido del todo).
M. R.- ¿Budista? ¿Te vas a dejar la cabeza como una bombilla?
C.- Puede ser.
M. R.- ¿Y eso? ¿Por qué te ha dado por ahí?
C.- Sabes que está en mi casa, de intercambio de vacaciones, un muchacho de cavernistán, ¿no?
M. R.- Eso he oído.
C.- Pues me está contando cosas de sus creencias y la verdad es que me molan.
M. R.- ¡Qué colgada estás, tía!
C.- ¿Sabes lo que dice Buda?
M. R.- ¡Pues claro que no! ¡No conozco mi religión, que es la verdadera, y voy a conocer una de culistán! ¿no te digo?
C.- No seas burra. Mira, Buda decía que todos los problemas vienen del egoísmo.
M. R.- Pues mi abuela dice que un poco de egoísmo hay que tener…
C.- Y dice que el egoísmo viene de la ignorancia, de que te crees que eres algo y la verdad es que no eres nada…
M. R.- ¡Nada lo serás tú! ¡Yo sí que soy algo!
C.- ¿Sí? Pues déjate de cachondeo y dime qué eres tú, o sea, cuál es tu esencia, eso que no puede cambiar en ti sin que dejes de ser tú.
M. R.- ¿Qué me deje yo de cachondeo, y me haces esas preguntas? Pues mira, yo soy una chica caverniana, alegre, simpática, guapa…
C.- ¡Para, para! ¿A ver? ¿Eres una chica? ¿Y si te cambias de sexo, dejas de ser tú?
M. R.- Mujer, pues un poco sí, o hasta bastante.
C.- Pues los que se cambian de sexo no dejan de creer que son ellos mismos… ¿Qué más? ¿Alegre? ¿Entonces cuando estás triste no eres tú? ¿Guapa? Aparte de que te regalaré un espejo mañana… ¿qué pasa si te cambia la cara y no hay quien te reconozca? ¿No serás tú?
M. R.- Déjate de rollos. Vamos a ver: sólo yo tengo mis recuerdos, nadie sabe lo que yo sé de mí, ¿sí o no?
C.- Pues no… Mira, hace muchos años no tenías los mismos recuerdos, y eras tú misma. Luego has ido cogiendo unos y soltando otros… Y, escucha, ¿qué pasaría si en un accidente (Dios… quiero decir, Buda no lo quiera) se te olvida todo lo que recuerdas? ¿Serías tú o no? ¿Y si te conviertes en un pájaro?
M. R.- ¿En un pájaro? ¡Pájaro el Buda ese! ¿A dónde quieres ir a parar?
C.- Pues lo que dice Buda es que, si te paras a pensarlo, eres nada de nada de nada. Y no sólo tú, sino todo, todo y todo. Y si te das cuenta de esto dejarás de ser egoísta.
M. R.- Sí, claro, y dejarás de tener cabeza ¿no te joroba? Te ha dado el mismo mal que a Espelunca.
C.- ¿Te has parado a pensar, como dice Espe, si todo esto es un sueño, o somos personajes que ha creado alguien y nos maneja y nos imagina como quiere?
M. R.- Pues si nos está imaginando alguien, está claro que tiene que ser un profe de cavernisofía, porque no es normal que nos rayemos tanto como nos rayamos, siendo unos pobres cavernianos.



C.- Vale, pero cuando lo sepas me dices CUÁL ES TU ESENCIA. Y tú, también.