Detrás de cada triunfo está la motivación que constituye su fundamento y que a su vez se ve fortalecida por la consecución del fin del proyecto. Ahí residen las principales diferencias, esenciales para el valor educativo de la escuela. El mismo esfuerzo puede surgir del temor y la coacción, del deseo ambicioso de autoridad y honores, o de un interés afectivo y un deseo de verdad y comprensión, y por tanto de esa curiosidad divina que todo niño sano posee, si bien tan a menudo se debilita prematuramente. La influencia educativa que ejerce sobre el alumno la ejecución de un trabajo puede ser muy distinta, según provenga del miedo al castigo, la pasión egoísta o el deseo de placer y satisfacción.
Para mí lo peor de la escuela es que utiliza como fundamento el temor, la fuerza y la autoridad. Este tratamiento destruye los sentimientos sólidos, la sinceridad y la confianza del alumno en sí mismo. Crea un ser sumiso. El poder del maestro debe basarse lo menos posible en medidas coactivas, de modo que la única fuente de respeto del alumno al profesor sean las cualidades humanas e intelectuales de éste.
La motivación más gratificante del trabajo, en la escuela, en la vida, es el placer que proporciona el trabajo mismo, el que ofrecen sus resultados y la certeza del valor que tienen estos logros para la comunidad. Para mí la tarea decisiva de la enseñanza es despertar y fortalecer estas fuerzas psicológicas en el joven. Esta base psicológica genera por sí sola un deseo gozoso de obtener la posesión más valiosa que pueda alcanzar un ser humano: conocimiento y destreza artística.
Hacer surgir estos poderes psicológicos productivos es, por supuesto, más difícil que utilizar la fuerza o despertar la ambición individual, si bien tiene un mérito más elevado. Todo consiste en estimular la inclinación de los niños por el juego y el deseo infantil de reconocimiento y guiar al niño hacia dominios que sean beneficiosos para la sociedad; la educación se funda así en el anhelo de una actividad fecunda y de reconocimiento.
Una escuela de este tipo exige que el maestro sea una especie de artista en su actividad.
No es suficiente enseñar a un hombre una especialidad. Aun cuando esto logre convertirlo en una especie de máquina útil no tendrá una personalidad desarrollada de manera armoniosa. Es indispensable que el estudiante adquiera una comprensión de los valores y una profunda afinidad con ellos. Tiene que alcanzar un vigoroso sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno, De lo contrario, la especialización de sus conocimientos lo asemejarán más a un perro adiestrado que a una persona de desarrollo culto y equilibrado.
La insistencia exagerada en el sistema competitivo y la especialización prematura fundada en la utilización inmediata matan el espíritu en que se asienta toda la vida cultural, incluido el conocimiento especializado. Es asimismo vital para una educación fecunda que se desarrolle en el joven una capacidad de pensamiento crítico independiente, proceso que corre graves riesgos si se sobrecarga al educando con distintas y variadas disciplinas. Este exceso lleva sin duda a la superficialidad. La enseñanza debe ser de tal índole que lo que se ofrece se reciba como un don valioso y no como un penoso deber.
(Albert Einstein, Mis creencias)
La utilidad de lo verosimil
Hace 6 años
¿Y como hay que hacer para motivarse/nos?
ResponderEliminarPor que lo cierto es que a veces yo miro algunas asignaturas...algunas personas y pienso que todo el esfuerzo que se hace(que hago) es inútil, no da resultado y siempre, siempre acabas llegando a la des motivación... como se podría solucionar esto en las aulas?, que se podría hacer para que hubiese un mejor ambiente entre y para ¿todos? ?
Anais,
ResponderEliminar¿tú qué propondrías? ¿Crees que es imposible, en algunas materias, que algunas personas sientan atracción por lo que se trata ahí? ¿O se deberá a otros factores?
Uff! yo Propondría muchas cosas, otra cosa es que me escuchen.
ResponderEliminarNo creo que sea imposible que algunas personas sientan admiracion o les pueda llegar a gustar cosas que antes decian no gustarles.
La primera medida que yo tomaria seria impartir las clases con "amor", es decir si un alumno viese que su profesor tiene realmente amor por lo que enseña, y por lo que dice, el alumno terminaria apreciando esa asignatura, tanto o más que su maestro, porque este amase su materia, la enseñaria tambien con amor, y no con cuatro horas al día y dos examenes al mes. Lo primero que hay que cambiar es la educacion, hay que hacer las cosas por que las queremos, y ese amor se transmitirá.
Por que , no habran sido miles las veces que a un alumno odiaba una asignatura y en un curso determinado llega un profesor que le enseña a amarla, y viceversa tambien(por desgracia).
Veo que la desmotivacion suele venir dada por otros factores, los profesores deberian de estar constantemente renovándose, aprendiendo de su propia profesión, porque eso les enseñaria a quererla más y a respetarla más y eso es lo que se enseñaria.
También cambiaría los centros de estudios,por lugares más amenos, coloridos, y con más libertades de expresión.
Anais,
ResponderEliminarlo que dices de que el profesor (y el alumno) deberían hacer lo que hacen con amor, es muy evidente, para mi parecer. Pero ¿cómo se consigue? Habría que "motivar" primero al profesor.
¿Crees que el alumno podría tomar la iniciativa en ese asunto?
Otra cosa ¡es suficiente con hacer las cosas con amor, para que salgan bien (así lo creía san Agustín).