Ayer tuvo lugar la tertulia más emotiva y humana de las que hasta ahora hemos disfrutado en el Carro de Tespis. Bienve Campillo y Tomás Vicente Martínez vinieron a contarnos el caso de Koria y a presentarnos el libro de bellísimos y sentidos poemas, escrito por Tomás Vct. Martínez e ilustrado por Paco Sáez, y que sirve de instrumento al
movimiento por la libertad de Koria.
Koria, como otras niñas y otros niños saharauis, vino a España a curarse de una grave dolencia, y se quedó para estudiar, acogida por Bienvenida y su compañero José Vicente, quienes le proporcionaron el tratamiento médico y los estudios. Con dieciocho años y sin papeles, en un alarde de valentía, ingenuidad y confianza, viajó durante la Navidad, junto con Bienve y un hijo de esta, a visitar a su familia natural, a la que amaba, como amaba a su pueblo, pero con la que no quería vivir habitualmente, porque prefería seguir estudiando (estaba en segundo curso de Bachillerato) en España, concretamente en San Miguel de Salinas. Su familia, según nos contó Bienve, simuló, durante todo el tiempo de la estancia, que Koria estaba de visita, pero pocas horas antes de que tuviera que montar en el avión de vuelta, la “raptó” y se la llevó a alguna jaima en pleno desierto, donde nadie podría encontrarla, y la incomunicó hasta hoy, catorce meses después, que sigue perdida en alguna parte, en una tienda de campaña de pocos metros cuadrados. A Koria le dio tiempo aún de dejar mensajes en el contestador y en el móvil de la familia acogedora, que había sido raptada. Desde entonces, un grupo de amigos de Koria, hacen todo lo que pueden por que ella pueda elegir qué quiere hacer con su vida, negociando a través del frente Polisario.
Bienve nos contó que, en sus visitas al Sahara, ha comprobado cómo los líderes del Polisario, progresivamente más instalados en un poder despótico, malversan la ayuda que mucha gente bienintencionada de España da al pueblo saharaui, y lo someten a un férreo control, más interesados en mantener un nivel de población (la mayoría de jóvenes saharauis desean huir, a España por ejemplo) y su poder.
Cuantos participamos habitualmente en nuestras tertulias, teníamos cada segundo presente a nuestra Farra, la contertulia más filósofa y más apasionada que hemos conocido, quien, con veinte años y después de pasarse quince en España, esta Navidad fue al Sahara, a una presunta boda de una tía suya, y no ha podido volver. Pero al menos Farra puede hablar con nosotros habitualmente, e incluso tiene acceso a Internet. Sus padres acogedores, Asun y Paco, estaban con nosotros.
Andábamos, tras el testimonio de Bienve y los versos de Tomás, debatiendo de todo eso: ¿cómo puede el pueblo saharaui pedir que se respete su derecho a elegir libremente su destino, mientras los propios individuos saharauis no pueden hacerlo? ¿Qué peso tiene en esto la política, cuál la cultura y la familia? ¿Hemos idealizado al movimiento polisario, y hemos hecho la vista gorda a su falta de protección de los derechos humanos de los propios "ciudadanos" (si es que son ciudadanos y no súbditos)? ¿Hacemos un favor, o una faena, a una niña (sobre todo a una niña, porque hay una desigualdad enorme entre hombres y mujeres allí) cuando la traemos a España y le mostramos la libertad y la educación, para que luego todo eso le sea arrebatado?, etc., etc.
En pleno debate se me ocurrió que, quien tenía que estar allí, al menos de voz presente, era precisamente Farra (ya que Koria no podría). Lo intentamos varias veces y conseguimos contactar con ella por teléfono: conectamos nuestro móvil al equipo de sonido del Carro de Tespis, y la voz de Farra invadió todo el espacio. Lo que nos dijo era más impresionante y grande de lo que muchos estamos en condiciones de entender y aceptar.
Nos dijo que, aunque había sido llevada con engaño (que era la única manera en que podrían haberla llevado para quedarse indefinidamente), la trataban muy bien, como trata una familia a los suyos. Quería que supiésemos que ella no los culpa, y los comprende, porque todo el mundo, piensa Farra (consciente de la sonrisa que puede despertar esto en algunos) hace lo que cree mejor. Para ellos, personas que no han salido del desierto, todo lo que ocurre es decreto divino, y las decisiones individuales apenas tienen importancia. Aunque no es su deseo permanecer allí, piensa intentar convencer a su familia de que no era ninguna amenaza para ellos y su pueblo, que ella pudiese estudiar en España...
Seguramente había ingenuidades en su pensamiento, aunque su manera lúcida y segura de expresarse dejó helados y ardiendo a la vez a todos los que la oíamos. Pero creo que nos dio una enorme lección. Farra no estaba solo por encima de todo el Sahara, moralmente hablando; estaba moralmente por encima de nosotros. Donde nosotros pensabamos en malvadas intenciones de unos y estrategias de huída de otros (en politiqueo, al fin y al cabo -con la mejor intención, desde luego, su libertad, pero politiqueo-), ella piensa en arreglar las cosas mediante el amor y la sinceridad. Quizás no solo el Sahara, sino el Mundo entero, es pequeño y burdo para un pensamiento como el suyo. Quizás por eso ella se sabe libre, más allá de las absurdas ataduras que no le permitieron regalarnos su sonrisa y su mirada en esta tertulia. Solo su voz...
El grito del Silencio de Koria, la sigilosa Voz de Farra, el Silencio y la Voz del Desierto, de ese Desierto del que los hombres no sabemos deshacernos.